viernes, 24 de febrero de 2012

Pasemos al otro lado – Jesús está abordo

Pasaje - Marcos 4:35-41

35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Marcos 4

Reflexión

Este es el momento en el ministerio en que la multitud es cambiada por el “otro lado”. Es decir, ningún pastor en su sano juicio dejaría la multitud de su congregación para ir “al otro lado” desconocido donde hay nada y nadie aparentemente.

¿Qué puede haber "del otro lado” que no tenga aquí? ¿Para qué quiero dejar la multitud y el éxito que tengo aquí y arriesgarme a cruzar “al otro lado”?

Es que la multitud es la etapa cumplida, la tarea realizada, pero “el otro lado” representa el siguiente paso, la siguiente etapa del ministerio. Pero para llegar “al otro lado” hay que atravesar el mar de Galilea.

El problema es que al principio obedecer la orden no es complicado. ¿Qué puede tener de raro cruzar el mar una vez mas? – se deben haber preguntado los discípulos - Lo hemos hecho tantas veces, que ni brújula necesitamos. Conocemos la ruta de memoria. Así que vamos. Si Jesús lo dice, lo hacemos. Al fin y al cabo él es el maestro, El es el que manda aquí.

Lo que menos imaginaban era que una tormenta de tales magnitudes se desataría. Sabían de la posibilidad de tormentas, porque era común que el cielo cambiara sobre el mar de Galilea en cuestión de minutos y una tormenta apareciera. Pero … ¿una tormenta con esa fuerza?. Nunca lo hubieran imaginado. Quizás lo difícil de imaginar para estos experimentados marineros es que enfrentarían una tormenta que ellos no podrían controlar.

Ellos sabían como navegar en el mar atravesando tormentas. Podemos hacerlo – se dijeron entre ellos –en el momento que apareció la tormenta. Pero esta tormenta no era igual a otras. Parecía que tenía una fuerza inusitada, nunca antes vista. Hasta parecía que esta tormenta estaba decidida a impedir que ellos llegaran “al otro lado”.

Ellos, los discípulos, comenzaron a hacer uso y “desuso” de todo su conocimiento y de todas sus destrezas para navegar la embarcación en medio de la tormenta. Pero llego el momento en que ya no podían, la tormenta los superaba. La fuerza de la tormenta venció sus destrezas y habilidades al punto que todo indicaba que la barca se hundiría.

En medio de toda esta situación miran a popa y ven a Jesús durmiendo muy plácidamente. Al principio no importaba que Jesús estuviera durmiendo, al fin y al cabo ellos creían poder hacerlo. Pero en este momento de las circunstancias, no, ahora sí importa. Así que se miran unos a otros y sin decirse una sola palabra entre ellos, como si el mismo temor estuviera coordinando en ellos el mismo reclamo, le gritan a Jesús en medio de la tormenta: “Maestro ¿no tienes cuidado que perecemos?”.

Esta no es una oración a Dios, es un reclamo al líder del grupo, al maestro. Nunca pidieron que hiciera un milagro. No estaban clamando a su Dios para que detuviera la tormenta. Estaban reclamándole al líder que en lugar de estar peleando contra la tormenta junto a ellos solo se dedicaba a dormir. ¿Cómo vamos a llegar “al otro lado” si tu estás durmiendo mientras nosotros tratamos de mantener el barco a flote? – le deben haber reclamado - es tu idea la de ir “al otro lado” no la nuestra” – deben haber añadido a su reclamo.

Nunca imaginaron lo que estaba por ocurrir. Jesús se levanta con una calma pasmosa y en lugar de hablarles a ellos le habla al mar y al viento y les pide que se callen. ¿Qué se callen? – se dijeron los discípulos entre dientes. Si ‘que se callen’ – les replico Jesús que podía escuchar sus corazones – mientras les preguntó: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?.

Inmediatamente el viento y el mar le obedecieron, todo se transformó en bonanza y el camino quedó libre para llegar “al otro lado”. Pero ahora la pregunta entre ellos es: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

Como que ¿Quién es este?. El es Jesús, Dios con nosotros. Es mas que el líder del grupo, es mas que el maestro, es Jesús el Hijo de Dios.

Lección

No hay multitud que sea tan atractiva como “el otro lado” cuando Jesús te lo pide. Súbete a la barca que te llevará “al otro lado” donde está lo nuevo de Dios para tu ministerio.

No hay tormenta que hunda la barca y que le impida llegar “al otro lado” cuando Jesús está abordo, aunque Jesús esté durmiendo, Si él dijo: “Vamos al otro lado” es porque vamos a llegar “al otro lado”. Esta es la FE que necesitamos.

No han razón para estar amedrentados, cuando Jesús cruza con nosotros. Es que nosotros los ministros del Señor podremos tener la habilidad y destreza de navegar en una tormenta, pero Jesús tiene la autoridad sobre los vientos y los mares que quieren hundirnos. Y si el está abordo, su autoridad es manifestada en y a través de nosotros.

Que los vientos hagan el ruido que quieran. Que el mar golpee nuestra barca con toda la fuerza de sus olas, si así lo decide. No hay problema. Jesús está abordo. Nosotros vamos a pasar “al otro lado”.

Para meditar

He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él. Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren. Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. Exodo 23:20-23

Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. Exodo 34:12-17

¿Por qué no había nadie cuando vine? ¿Por qué nadie respondió cuando llamé? ¿Tan corta es mi mano que no puede rescatar? ¿Me falta acaso fuerza para liberarlos? Yo seco el mar con una simple reprensión, y convierto los ríos en desierto; por falta de agua sus peces se pudren y se mueren de sed. A los cielos los revisto de tinieblas y los cubro de ceniza. Isaías 50:2-3

Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él. Isaías 59:19

Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Cantares 8:7

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:28-39