Publicado en Foursquare Leader • Agosto 23, 2013 • English version
Apocalipsis 2 y 3
“yo conozco
tus obras”, esta es la expresión con la que el Señor Jesús comienza cada
carta que le escribe a cada ‘ángel’ de cada una de las iglesias en Apocalipsis
capítulos 2 y 3. Si el Señor hoy escribiera una carta a los pastores y a las
iglesias locales empezaría con las mismas palabras, él diría: - “yo conozco tus obras”. Esto significa
que “nuestras obras” son importantes para el Dios de la iglesia, porque son “nuestras
obras” las que manifiestan nuestro carácter y nuestro compromiso como ministros
y como iglesia, y son “nuestras obras” las que completarán la gran comisión de
predicar el Evangelio haciendo discípulos en todas las naciones.
Cómo pastor sirvo todos los días bajo la impresión
de que Dios está prestando atención a lo que hago, y por consiguiente, yo mismo,
vivo y sirvo prestando atención a lo que hago, conociendo lo que él quiere y
espera de mi y de mi trabajo, buscando que mis obras sean celebradas y
aprobadas por él.
En estos tiempo nos dedicamos a prestar atención a
aquellos entre nosotros que tienen éxito en sus ministerios, y queremos que nos
digan que hacen para tener los resultados que tienen. Y no está mal. Pero es
muy importante que lo que escuchamos y se nos sugiere para la tarea sea puesto
en balanza, pesándolo con lo que el Señor Jesús dice.
Empecemos por reconocer que el
Señor Jesús celebra que SUS ministros y SU iglesia hagan la tarea con paciencia, con resistencia, con sufrimiento, con esfuerzo, con fidelidad, con amor, con
fe, con un espíritu de servicio, aumentando la cantidad de obras que hacen, aún
en medio de las tribulaciones, con pobreza material y con poca fuerza, aborreciendo
las obras que Dios aborrece, en el lugar mas difícil para servir a Dios como lo
puede llegar a ser donde está el mismo trono de Satanás.
Pero
también es importante entender que el Señor Jesucristo nos advierte que en
medio ‘del hacer’ no debemos perder ‘el ser’, es decir, nuestra verdadera
identidad en Dios. Al hacer la tarea de la Gran Comisión debemos siempre manifestar:
- El fruto del Espíritu santo, es decir el amor de Dios en nosotros. En el camino de llevar el evangelio hasta lo último de la tierra debemos mantener nuestro primer amor.
- El carácter del Espíritu Santo, es decir la santidad de Dios en nosotros. En nuestra tarea de hacer discípulos no debemos ser permisivos con aquellas doctrinas que cultivan un estilo de vida que desagrada a Dios y que va en contra de la vida de santidad. Las tres doctrinas que siguen ensuciando la vida y las obras de la iglesia, aún después de dos mil años, son la doctrina de Ballam, la de los nicolaítas y la de Jezabel.
- La vida del Espíritu Santo, es decir la plenitud de Dios en nosotros. Como portadores de la vida abundante y eterna de Dios para el ser humano no debemos ser atrapados por la hipocrecía del nominalismo, proyectando una imagen de vida cuando en realidad estamos muertos.
- La pasión del Espíritu Santo, es decir la entrega de Dios en nosotros. Siendo ministros de reconciliación y predicando el mensaje de la pasión de Jesucristo reconciliando el mundo con Dios, no debemos caer en la tibieza de nuestro compromiso con Dios y con su obra, engañados por la aparente estabilidad y comodidad que las riquezas materiales nos pueden proporcionar.
¿Nuestras obras como ministros de Jesucristo, y las
obras de la iglesia que pastoreamos, manifiestan el fruto, el carácter, la vida
y la pasión del Espíritu Santo que está en y con nosotros? Es mi oración que seamos
saturados de la presencia del Espíritu Santo, y que nuestras obras siempre
agraden a Dios y cumplan la gran comisión.
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